martes, 29 de junio de 2010

Me confieso la Mónica de Friends


Mi madre, sin pedir opinión ni mucho menos, se saltó todo el proceso de enseñarme a majar el ajo, desglosarme cada uno de los sazones de las habichuelas o confesarme el divulgado súper secreto de parar la cuchara en el arroz para saber si estaba bien de agua. No sé en qué carajos se basaba su temática, pero resultó que cierta y misteriosamente “heredé” sus trucos y amor por la cocina.

Me acerqué definitivamente a ese terreno minado cuando por estar de sabrosa y privar en súper novia, se me ocurrió decirle a Popeye (mi hoy esposo) que le prepararía UNA cena. Aún hoy trato de descifrar en qué momento la invitación de UNA noche pasó a convertirse en decreto presidencial, así cada día me lo pasaba imaginando de qué forma pelar los plátanos esa noche o revoltear el huevo en sentido contrario, para que el menú fuera diferente.

En verdad me gusta la cocina, me relaja, siempre y cuando no haya otra persona, en especial Popeye, dentro de ella. Mi único lío real es con la cebolla, ciertamente que Dios tuvo poca creatividad en eso de ponerle el mismo mal olor a ésta, a la sábila y al grajo, siendo sólo la inhalación de este último, mortal.

Mi debilidad es meterme en mi cocina, reventar la estufa con un caldero de cuatro asas lleno de víveres, carnes y un botellón de agua, en una noche de lluvia, con un aguacatito y par de esas, que son buenas cuando están listas para casarse. Fue hace poco cuando me inauguré con mi primer y único sanchocho para festejar el asenso de Pope, la verdad que yo debo amarlo demasiado, porque vaina que da brega, pero pasé la prueba.

No sé porqué mantener como enemiga a esa parte de la casa que nos saca de tanto apuro. Tu sabes lo bueno que es hacer recogida para foni uno en la nevera, entrarles como si te hubieran quitado un marido, emburujar el picadillo vagabundamente con salsa de tomate y después de mucho “plo plo plo” de la pasta, hacer como Jack Veneno, tirarla desde la tercera cuerda, para un clavado mortal. Ya dentro, sólo queda poner a sonar El Timbalero, mientras entre ellos y la cuchara crean una sucursal del Monumento del Son.